Mientras yo estaba jugando con mi hermanita pequeña, mi papá y mi mamá estaban preparando las cosas del viaje.
Antes de empezar, mi nombre es Shaina y tengo 7 años. Vivo en una aldea muy pequeña de África. Mis padres también son africanos como yo y mis cinco hermanos. Mi aldea es muy pequeñita, pero me encanta. Mi papá dice que debemos marcharnos y yo no entiendo el por qué. Aquí tengo muchos amigos y amigas, con los que juego todos los días. Es verdad, que no hay mucho para comer, y mis padres dicen que a donde vamos viviremos mejor, y ellos podrán encontrar un trabajo.
Mi papá se dedica a la pesca, pues en mi aldea hay un bonito lago. No hay muchos peces, y a mi padre le pagan poco por ellos.
Mi mamá siempre está en casa, cuidando de nosotros, acarreando agua y todo lo que puede, pues somos muchos y todos pequeños.
Yo, soy la mayor de mis cinco hermanos. También me quedo en casa ayudando a mi mamá.
He oído hablar del colegio, un sitio muy bonito e interesante que se sitúa algo lejos de mi casa. Allí van los niños a aprender a leer y a escribir. Yo no puedo ir, mis padres dicen que hace falta que cuide de mis hermanos, y que al sitio que vamos, quizás allí pueda aprender a leer, escribir y todo lo que quiera.
Bueno, lo que estaba diciendo al principio, nos vamos de viaje, en una pequeña barca, donde solamente cabemos mis padres, mis hermanos y yo. No me puedo llevar más nada. Echaré mucho de menos a todos mis amigos, aunque dicen que alguna vez al año me enviarán una carta, escrita por los niños que van al colegio y saben escribir. Yo, como ya sabré leer y escribir, la leeré y les contestaré.
Con la barca, haremos un viaje largo, cruzaremos un estrecho llamado Gibraltar, como dice mi mamá. <<Vamos a un país distinto que el nuestro, no vale llorar ni asustarse>> fue lo último que me dijo mi papá antes de subirme a aquella barca. Mi mamá, un poco nerviosa (no se por qué), nos dio un beso a cada uno. Nos montamos apretaditos en la barca. Yo iba agarrada de la mano de dos de mis hermanas, los otros tres los llevaba mamá encima.
Empezamos a navegar y se hizo de noche, a penas veíamos nada. Todos nos quedamos dormidos, menos mi papá, que estaba muy atento al ruido de las olas. De pronto vino una ráfaga de aire frío, que hizo despertarse a algunos de mis hermanos, que se pusieron a llorar. También me desperté yo, pues tenía algo de hambre y mucho frío. Lo único que sabía decir mi mamá era que pronto llegaríamos. Hacía cada vez más viento, se empezaron a levantar las olas. La barca daba grandes saltos. Con la luz de la Luna, veía a las olas como grandes monstruos que nos querían comer. Yo estaba pasando mucho miedo, me agarré a mi papá, y él me dio un fuerte abrazo. Me estaban entrando ganas de llorar, recordando toda mi vida en aquella pequeña aldea, rodeada de los que me querían.
De repente, vi venir a lo lejos una ola bastante grande, como nunca antes la había visto. Le grité a mi papá, y la única reacción de este fue agarrarse bien fuerte a la barca. Yo y mi mamá hicimos lo mismo. Ahora tenía mucho más miedo. Ese gran monstruo se iba acercando poco a poco. El viento soplaba cada vez más fuerte. Pensé, que lo mejor era cerrar los ojos. Los cerré, y pronto me sentí debajo del agua, la barca había volcado. No era capaz de subir a la superficie, notaba que me faltaba el aire. No se como pude, pero abrí los ojos, vi a toda mi familia caer hacia abajo, hacia ese fondo negro e infinito. Me temblaban las piernas y ese gran agujero me arrastraba. Entonces fue cuando comprendí que había llegado también mi hora; quizás no era al agujero negro donde nos querían llevar mis padres, pero era hasta donde habíamos podido llegar juntos.
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