Erase una vez... Espera, espera, espera; esto no es un cuento inventado como cualquier otro, esto es una realidad que nos pasa.
Vamos a situarnos a principios de primavera, en el mes de marzo. Empiezan a salir pequeños rayos de sol a través de las grandes nubes blancas, que nos empiezan a calentar poco a poco. Dejamos atrás lo que hace unos meses no nos podíamos ni quitar: abrigos, bufandas, guantes... A todo el mundo le cambia el humor a mejor, se sienten felices, libres, con ganas de divertirse. Un poco más adelante, los niños están deseando salir fuera, a jugar con sus amigos a la pelota, a dar un paseo, a comprarse un rico helado. Todo el mundo quiere que llegue la tarde, pues después de una larga siesta, quieren salir a pasear, a tomar un café... Pronto llega el tiempo en el que hace falta quitarse más ropa, pues va haciendo cada vez más calor. Todos los que tienen piscina la preparan, la limpian, la ponen bonita, para pasar un verano muy divertido en ella. Otros preparan impacientes sus maletas para irse de vacaciones a un lugar precioso. Siguen llegando fiestas, a las que todo el mundo acaba yendo por las noches, calurosas y buenas.
Poco a poco se va acabando todo esto: la gente vuelve a su trabajo diario, los niños al colegio, los adolescentes a la universidad... Sigue haciendo muchísima calor, y la gente se empieza a agobiar y a coger cansancio por ella. Por el día tienen que hacer su trabajo, sudando, con el aire acondicionado puesto a tope, apenas sin ganas de hacer nada. Por las noches, agobiadas por el calor, sudando, sin conciliar el sueño... Todos ya cansados de tanto sol y tanta calor, deseando que empiece a llover y que bajen las temperaturas, no pensando en otra cosa solo en que llegue ya el invierno.
Como conclusión: una magnifica sensación como es la calor, a la larga puede convertirse en una sensación desagradable que todos nos queremos quitar de encima.
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